Before Sunset fué lanzada hace veinte años. Y como el tiempo de Linklater es un calco hiperrealista, unos años después pensé, ingenuamente, que mi historia podría ser la misma.
El paralelismo no era descabellado y había ciertos elementos para sustentar esta tesis. Una charla trasatlántica e inesperada en una noche de los treintas (con su enorme potencial de ser el game changer de la vida); dos ciudades via Skype, un amor irresoluto e inconfesado de los veintes y, de mi lado, un matrimonio vía al precipicio sostenido por un hilo de esperanza.
Mi Celine, en cambio, me brindaba un Concorde directo a Madrid y sin escalas. Por ese entonces Ethan Hawke se veía menos redneck que ahora, yo tenía unos kilos de más y un hijo de menos, y la Julie Delphy de mi historia era más española que francesa. Tampoco era yo quien se encontraba de viaje por trabajo en Paris. Al contrario: el encuentro se produjo por un vuelo advertido, feliz, exuberante y milimétrico para venir a verme. No nos reunimos exactamente en Shakespeare & Co, sino más bien en un local de martinis llamado Pravda. El telón no era la ville francesa en caminata y charla continua de la tarde, sino más bien Bogotá vespertina y secreta de amantes, plena de revelaciones brutales y pieles incontenibles: tantas como se pueden esperar al abrir un cajón de una década y media de largo, y mucho, muchísimo cariño y atracción represados adentro.
I know, baby, I know: el tiempo es un juez inexorable y algunas obras, como algunas vidas, tienen una mejor vejez que otras. Hoy, veinte años después, viajando en avión desde Santiago, vi Past Lives (plot cercano, guiones paralelos, y los amores latentes y sin resolver de siempre). Pero en vez de conmoverme, la película se me tornó vagamente parecida y hasta insípida comparada con la noche de nuestro encuentro y nuestra historia posterior. Concluí que algunos episodios solo pueden repetirse en los filmes y que de resto, a todo el resto de nosotros, nos tocan melancolías más pedestres y lánguidos puntos suspensivos, desvanecidos a lo largo de los años y en forma de elecciones más prácticas que románticas.
